Estoy completamente segura de que todos tenemos con qué completar esa frase. Qué fácil sería la vida si tuviéramos ese trabajo, si fuéramos de esa familia, si hubiéramos estudiado esa carrera, si estuviéramos en ese lugar… Y en general, qué fácil sería la vida si viniera con manuales ¿verdad? Todo sería más sencillo si supiéramos cuáles son los pasos a seguir en cada situación.
Qué llevaderas serían nuestras relaciones si tuviéramos un manual con las indicaciones para saber hacerlo bien. Cuántas inseguridades desaparecerían si nos dieran el paso a paso de cómo fortalecer nuestra autoestima. Cuántos problemas nos ahorraríamos si supiéramos exactamente cuáles decisiones tomar y qué pasos dar.
Pero tristemente no, la vida no viene con manuales y tampoco existe una tienda en dónde comprarlos. Pero algo de lo que podemos aferrarnos es de que alguien más grande tiene el control, alguien más sabio está siempre disponible para aconsejarnos, alguien siempre está ahí para consolarnos, redirigirnos y guiarnos hacia dar esos pasos que nos gustaría leer en manuales. Esos pasos Dios los conoce y está atento a que nos acerquemos a Él para mostrarnos cuál camino tomar.
La situación se torna aún más difícil cuando a la falta de esos “paso a paso” impresos en papel, se le une la falta de afirmación, aceptación y fortalecimiento de autoestima por parte de nuestros papás, mamás o cuidadores primarios, lo que genera relaciones rotas. Relaciones rotas que nos rompen por dentro. Relaciones rotas que nos dejan caminando aún más desubicados; aún más necesitados de manuales.
Como adultos, nos toca tomar acción, entender qué se rompió, qué estamos dispuestos a hacer para reconstruir y qué debemos perdonar. Nos corresponde la tarea de que los hogares que construyamos sean siempre seguros, sea que sepamos cómo hacerlo o sea que debamos aprender. Nos toca decidir cultivar vínculos y fortalecerlos.
Como hijos de Dios, nos toca creerle a Él. Nos toca entender que está cerca y que es bueno, aunque a veces no parezca así. Nos toca creer que Él es capaz de sanar y restaurar lo que está roto en nosotros.
Sí, es un poco contradictorio, pero de eso se trata. Se trata de fe. De perdonar, aunque sintamos dolor. De soltar, cuando queramos controlar. De confiar, cuando el camino se vea oscuro.