La Mujer, el Pozo y el Maestro (Día 2)

Era mediodía.
El sol caía con fuerza.
El camino era largo, polvoriento.
El sol no negocia sombras; el amor no negocia distancias.
El Maestro, cansado, se sienta junto a un pozo ancestral… el pozo de Jacob.

 

Una mujer se acerca.
No es cualquiera.
No viene con amigas.
No viene en la mañana.
Viene sola, al mediodía, cuando nadie más viene.

 

Ella viene con un cántaro vacío…
pero se irá con el corazón lleno.

 

Ese día no fue a buscar agua. Fue a encontrarse con el Maestro.

 

Ella es samaritana. Mujer. Marginal.
Tiene una historia que no se cuenta en voz alta.
Ha tenido cinco maridos. El que tiene ahora no es su esposo.

 

Socialmente rechazada.
Emocionalmente rota.
Espiritualmente seca.

 

Pero aún así… Jesús la espera.
No tomó el atajo del juicio, tomó el camino del corazón.

 

Ella va al pozo cada día.
Es su rutina. Su escape. Su forma de sobrevivir.

 

Pero ese día, el pozo dejó de ser un lugar de carga y se volvió un altar.
Donde venía a cargar agua, aprendió a soltar peso.

 

Allí donde repetía su historia, Dios le escribió una nueva.

 

Un amor con rutas propias.

 

Le era necesario pasar por Samaria…
No por geografía, sino por gracia.
Hay encuentros que no son casuales: son citas del cielo en lugares comunes.

 

Jesús no tenía que pasar por ahí.
Los judíos evitaban ese camino.
Pero Él no evita lo que el amor no permite ignorar.

 

Él se sienta, no para exigir… sino para revelar.
No para juzgar… sino para sanar.

 

Dame de beber…
Una petición humana abre una revelación divina.

 

Una simple frase…
Y empieza un diálogo que rompe barreras culturales, religiosas y personales.

 

Jesús revela:
Que su agua viva sacia la sed del alma.
Que Dios busca adoradores en espíritu y verdad.
Que Él mismo es el Mesías esperado.

 

Escala del asombro
Primero lo ve como un desconocido, luego como Señor, después como profeta… hasta que la sed pronuncia su nombre: Mesías.

 

Cuando el alma bebe, las manos sueltan.
La mujer dejó su cántaro…
Dejó su carga.
Dejó su rutina.
Dejó su vergüenza.

 

Y se convirtió en la primera evangelista de Samaria.
Venid, ved a un hombre que me dijo todo lo que he hecho…

 

Cuando Jesús te revela tu verdad con gracia… ya no la escondes, la testificas.

 

Hoy, tú puedes ser esa mujer.
Todos tenemos un pozo al que vamos a buscar alivio.
Todos hemos cargado cántaros vacíos.
Todos hemos tenido sed.

 

Pero el Maestro sigue esperando.
Sigue sentado.
Sigue hablando con los rechazados.
Sigue ofreciendo agua viva.

 

Hoy es tu encuentro.
Hoy puedes dejar tu cántaro.
Hoy puede comenzar una nueva historia.

 

Maestro, si me escondo al mediodía, encuéntrame igual.
Nómbrame con verdad y cúbreme con gracia.
Enséñame a soltar mi cántaro y a beber tu agua viva.
Que mi historia no termine en el pozo, sino en tu voz. Amén.

 

¡Que el Señor bendiga tu vida!

Edgar Obando Villalobos
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Soy Edgar Obando Villalobos, miembro de Vida Abundante Oeste (VAO) desde hace 15 años. Durante este tiempo he crecido en mi fe y en el servicio al Señor, y en el último año me he dedicado a leer, estudiar, escribir devocionales y reflexiones basadas en la Palabra de Dios. Mi deseo es que cada escrito sea una invitación a experimentar la gracia, el amor y la restauración de Cristo en la vida diaria, y que más personas puedan encontrarse con Jesús de manera personal y transformadora.

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