Un hombre curioso… y vacío.
Zaqueo era rico, influyente y despreciado. Jefe de publicanos: poder y dinero por fuera, soledad por dentro.
Cuando oyó que Jesús pasaba por Jericó, corrió y se subió a un sicómoro. No le importó parecer ridículo: tenía un deseo mayor, ver a Jesús.
Cuando el corazón tiene hambre de sentido, ninguna posición lo sacia. Solo Jesús llena ese vacío.
Jesús levantó la vista y lo llamó por su nombre. No lo condenó por su pasado: lo invitó a mesa, intimidad y nuevo comienzo.
El amor de Jesús no espera que bajes del árbol ”perfecto”: te llama donde estás, tal como estás.
Zaqueo le recibió con alegría, y el encuentro lo cambió:
de codicioso a generoso (la mitad a los pobres),
de aprovechado a justo (restitución cuádruple, v. 8)
de aislado a hijo: “también él es hijo de Abraham” (v. 9).
Hoy ha llegado la salvación a esta casa…
(v. 9)
Mientras la gente murmuraba: “Ha ido a hospedarse con un pecador” (v. 7), el Reino ya estaba poniendo la mesa en Jericó.
El verdadero encuentro con Jesús no deja a nadie igual: cuando Él entra, el corazón se renueva, las prioridades cambian y la vida se vuelve testimonio.
¿Qué árbol has trepado tú?
¿Trabajo, religión, culpa, orgullo? Jesús te ve. Te llama por tu nombre.
Y hoy quiere entrar en tu casa.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. (v. 10)
Te invito a reflexionar…
Nombra tu “árbol”.
Baja enseguida: abre tu casa a Jesús.
Da un paso concreto de restitución o generosidad.
Señor Jesús, gracias porque me miras y me llamas por mi nombre. Hoy bajo de mi árbol, abro mi casa y mi corazón. Ordena mis prioridades y haz de mi vida una mesa donde otros te encuentren. Amén.
Dios no edifica en mármol, sino con corazones quebrantados.
¡Que él Señor transforme tu vida!
Edgar Obando Villalobos
Soy Edgar Obando Villalobos, miembro de Vida Abundante Oeste (VAO) desde hace 15 años. Durante este tiempo he crecido en mi fe y en el servicio al Señor, y en el último año me he dedicado a leer, estudiar, escribir devocionales y reflexiones basadas en la Palabra de Dios. Mi deseo es que cada escrito sea una invitación a experimentar la gracia, el amor y la restauración de Cristo en la vida diaria, y que más personas puedan encontrarse con Jesús de manera personal y transformadora.
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