Dos corazones endurecidos.
Uno se quebranta.
El cielo se abre…
El escenario del milagro…
Es pasado el mediodía y la oscuridad se cierne sobre el monte Calvario.
Tres cruces se alzan como sentencia.
Tres cuerpos cuelgan entre el cielo y la tierra.
En el centro, un hombre justo.
A su izquierda, un criminal.
A su derecha, otro igual.
La multitud se burla.
Los soldados apuestan.
El cielo se vuelve sombrío.
Pero entre el odio… un milagro comienza a latir.
En medio del dolor y la agonía, uno de los malhechores ve lo que nadie más ve.
Tres verdades brotan de sus labios, llenos de fe:
1. Reconoce su culpa.
Nosotros recibimos lo que merecen nuestros hechos.
Ya no se justifica.
No busca excusas.
No niega su pecado.
2. Reconoce la inocencia de Jesús.
Este, en cambio, ningún mal ha hecho.
Ve al justo entre injustos;
al Cordero entre lobos;
al Rey coronado de espinas.
3. Reconoce la realeza eterna de Cristo.
“Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino.”
¿Quién habla así desde una cruz?
Solo quien ve más allá de la muerte y se lanza a la gracia.
¡Eso es fe en carne viva!
¡Eso es gracia alcanzando al más indigno en el último segundo!
Y entonces… el milagro ocurre:
“Hoy estarás conmigo en el paraíso.”
El otro…
Colgaba a la misma distancia.
Oyó las mismas palabras.
Vio lo mismo.
Pero eligió el desprecio:
Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Nunca reconoció su culpa.
Nunca reconoció la inocencia de Jesús.
Nunca reconoció su necesidad de salvación.
Su corazón endurecido selló su destino…
a pocos metros del Salvador.
Del otro lado…
Lo que un hombre no logró con toda una vida de religión,
lo logró un ladrón con una oración sincera.
No hizo obras.
No descendió de la cruz.
No fue bautizado.
No pidió tiempo.
Solo miró a Jesús y creyó.
Ese es el escándalo de la gracia: cuando todo parece perdido, Dios hoy sigue abriendo el cielo para los que se rinden.
Ahora… una pregunta en el aire:
Tres cruces.
Un Salvador.
Dos decisiones.
Y hoy tú y yo no estamos lejos de ese monte.
¿Cuál malhechor serás tú?
La cruz del medio es suficiente para todos,
pero solo será eficaz para los que se rinden.
Señor Jesús… hoy reconozco mi necesidad de Ti.
Sé que he vivido desconectado de la fuente de vida que eres Tú. No permitas que deba llegar al último instante para decidir. Entrego mi vida; me rindo por completo a Ti. Enséñame a caminar de tu mano. En el nombre de Jesús, amén.
¡Que él Señor bendiga tu vida!
Edgar Obando Villalobos
Soy Edgar Obando Villalobos, miembro de Vida Abundante Oeste (VAO) desde hace 15 años. Durante este tiempo he crecido en mi fe y en el servicio al Señor, y en el último año me he dedicado a leer, estudiar, escribir devocionales y reflexiones basadas en la Palabra de Dios. Mi deseo es que cada escrito sea una invitación a experimentar la gracia, el amor y la restauración de Cristo en la vida diaria, y que más personas puedan encontrarse con Jesús de manera personal y transformadora.
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Comment(1)
OliviaChen says:
noviembre 12, 2025 at 3:41 amAn incredibly well-written article.